Soy mala compañía en las bodas. Me niego, me rehuso a creer que el ritual de ser acompañante en una boda se convierta en una especie de compromiso sumiso donde el otro tiene derechos sobre uno. Es quién sabe si el novio, el prometido, el marido, el preciso, el prospecto de la señorita que debe quedarse y sobre todo comportarse como mujercita bien. A mi lo que me gusta es socializar, convivir, bailar, charlar, estar y disfrutar. Soy también mala compañía para un escritor. Tengo dos perversiones incontrolables: mirar a través de las ventanas en las casas de desconocidos y mirar a través de la narrativa de los que conozco. Me enamoro y desenamoro de ellos, me retuercen los celos y las dudas. No comparto aquello de que el escritor no lo vivió sino lo imaginó porque me he visto en pedazos de personajes buenos y de personajes malos también. He notado realidades y mensajes encriptados. Cuando viví con un hombre que escribía, nuestra relación solamente aguantó la lectura de su primera novela. Por motivos de salud no leí las siguientes. A pesar de todo esto, me sigo enamorando de escritores por su pluma y me siguen invitando a bodas por divertida. Qué importa que sea mala compañía.
CASANDRA SE DESVANECE
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El mito significa una forma de la memoria y el sentido de la vida. Es
circular, como el rito, para ofrecer la continuidad entre la persona y la
existencia....
Hace 4 años