Tu madre no me tolera. Hemos organizado una cena con la gente bonita que a ella le gusta. El montaje no podría ser mejor para los de su matriz cultural. Pase, pase, de lado derecho los empresarios petroleros, al frente Mister President y la inteligentísima de su esposa -qué importa que esté tan feyita la pobrecita-, a su izquierda el Boom de las artes -y dónde que no te animaste a comprar cuando eran baratos y unos eeequis en la vida-, de lado derecho los otros muy importantes. Pero su grandilocuente nombre no figuraba en la lista. A esos que no aparecían les tocaba el rumbo de los meseros, de los fotógrafos y los guardaespaldas. Yo no sé para qué se quejaba tanto, de todos modos iba a tener unos momentos entre plato y plato para caminar entre las mesas de sus cuatachonas para saludar y entretenerse. Pero ella no quería que le preguntaran Donde está Usted sentada y tuviera que señalar, no cerquita sino lejos, estirar no la mano sino el brazo para dar apenas una pista visual de su lugar fuera del círculo Pink. Antes de que terminara de servirse la entrada ya había jalado una silla en una mesa donde los invitados se creyeron el cuento de que en principio había decidio no asistir y que ahora, así de última hora le dijeron que ese era su lugar. Me dí una vuelta por su nueva mesa y le he preguntado si se le ofrecía algo. Entonces sí se sintió relajada. Ya vieron que hay súbditos que me preguntan si todo está en orden, ya vieron que con ninguno de ustedes han tenido esa cortesía, ya vieron que alguien me ha reconocido. Me ha dado tanto gusto verla contenta que fue por amor a ti que pedí a la prensa que incluyesen su nombre en los periodicos. Estoy mintiendo, lo pedí porque quería que cuando amaneciera en Berlín y buscaras las noticias de México en internet, notaras que tu madre estuvo allí y supieras que yo también. Tenía ganas de que pensaras en el encuentro de las dos brujas de tu vida y quizá te saltara la duda y tuvieses que preguntarle a ella por mi. Como sea, si no preguntabas, me odia tanto que iría a contarte todo. Seguro me echó la culpa del tema de las mesas. Pero te juro que no tuve nada que ver. No me lo vas a creer porque decidiste no creeme nunca más. Otra prueba de que ella no me tolera. Hubo un día que te vino con la historia de que yo te había engañado y se lo creíste. Es tu madre, lo entiendo, pero siempre supiste que nunca fui santa de su devoción.
Yo no he seguido su ejemplo. El único mérito de tu mamacita ha sido casarse con el bueno de tu padre. Lo único por lo que sus amigos y amigas la consecuentan es porque tu papá ha dispuesto que sea la primera dama de su casa.

En el fondo, lo que no supera es que yo jamás seré la primera ni la segunda dama tuya porque en nuestro caso, eres tú quien ha corrido con la suerte de juntarse conmigo y eres tú con los modales finos y femeninos tan bien puestos que ella te ha inculcado, quien se ha gando el lugar de primer caballero de mi casa. Amor mío, tu mamá te tiene envidia...
1 comentario:
Muy buen texto. Una ficción bien construida, donde cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia. De paso, te dejo un beso para que veas que sí visito tu blog.
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