No pudimos escapar de la idea
que teníamos de nosotros mismos.
Con cuánta docilidad aceptamos
los azotes de la melancolía.
Cuánto talento para quedar atrapados
en el hocico del azar.
Nunca aceptamos absolutos.
Ni siquiera la dulcedumbre
con que una alondra penetra en la mirada.
Establecidos en el vaivén,
la pasión agitaba nuestros barcos.
Y ahora que los dos estamos muertos,
seguimos ejerciendo el oficio de no poseer.
Doce años
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Pasaron 12 años desde la última entrada a este blog. El mundo cambió. Mi
vida cambió.
Curiosamente, aquellos primeros protagonistas de el muy añejo Sin...
Hace 6 meses